La infertilidad es una enfermedad compleja causada por diversos factores. La tasa de infertilidad no ha dejado de aumentar en los últimos 10 años. Actualmente, se calcula que la infertilidad afecta a una de cada ocho parejas en edad reproductiva.

La American Society of Reproductive Medicine define la infertilidad como “la incapacidad de concebir tras un año de relaciones sexuales regulares y sin protección”. Si la mujer tiene más de treinta y cinco años, el plazo de diagnóstico se acorta a seis meses. Por término medio, una pareja heterosexual fértil tiene entre un 20 % y un 25 % de probabilidades de concebir durante cualquier ciclo de un mes en el que se mantengan relaciones sexuales regulares sin utilizar métodos anticonceptivos. Se calcula que aproximadamente la mitad de las parejas heterosexuales sexualmente activas (en edad reproductiva) se quedarán embarazadas en un plazo de seis meses, y alrededor del 70-80 por ciento lograrán un embarazo en el plazo de un año.

Nutrición e infertilidad

En los últimos años, la ciencia médica ha empezado a examinar de cerca el papel de la nutrición y la calidad de la dieta en la mejora de la fertilidad de la pareja, tanto masculina como femenina. En los principales medios de comunicación se habla de muchas “dietas de implantación”, “alimentos milagrosos” y “superalimentos para la fertilidad”, pero hay muy pocas pruebas concretas que respalden la mayoría de estas afirmaciones.

No obstante, la nutrición es un factor importante para aumentar el potencial de fertilidad. La elección de alimentos puede influir positivamente en la función reproductora de varias maneras. Se cree que determinados alimentos favorecen los esfuerzos reproductivos, promueven la salud de los óvulos de la mujer y del esperma del hombre, y aportan nutrientes cruciales para la función, la producción y el equilibrio hormonales. Además del impacto directo de una dieta nutritiva en la fertilidad, la elección de alimentos saludables es fundamental para acumular reservas de nutrientes y suministrar todos los elementos básicos necesarios para el crecimiento y el desarrollo del feto.

Muchas de las fuentes de alimentos que se cree que estimulan la fertilidad son similares a la dieta mediterránea. Esta dieta es rica en alimentos de origen vegetal, concretamente cereales integrales, frutas, verduras y grasas saludables. Un estudio español de más de 2.000 mujeres determinó que solo el 17 % de las que seguían una dieta mediterránea estricta presentaban problemas de fertilidad, frente al 26 % de las que seguían una dieta más “occidental”, con carnes grasas y alimentos muy procesados.

Estos resultados se mantienen incluso con el uso de tecnologías de reproducción asistida (como la IIU, la FIV y la ICSI). Los investigadores han documentado un aumento del 40 % en los resultados satisfactorios de las TRA cuando las personas participantes consumían una dieta mediterránea.

Antioxidantes

Una característica distintiva de la dieta mediterránea es su alto contenido en antioxidantes. Los antioxidantes son nutrientes que combaten la inflamación y neutralizan los radicales libres. Los radicales libres son electrones inestables que dañan la salud celular y el ADN de las células. No es sorprendente que los antioxidantes sean también uno de los componentes dietéticos más importantes para mejorar el estado de fertilidad, tanto de las mujeres como de los hombres.

El óvulo y el esperma son muy sensibles al estrés oxidativo causado por los radicales libres. Los antioxidantes ayudan a proteger el óvulo y el esperma de los posibles daños correspondientes. Las mejores fuentes de antioxidantes son las frutas y verduras de colores vivos, como los arándanos, las granadas, los cítricos, las frambuesas, las espinacas, los pimientos, los aguacates y las remolachas. Para aumentar el contenido antioxidante de la dieta, intente llenar la mitad del plato con frutas y verduras en cada comida y tentempié.

El antioxidante betacaroteno, que se encuentra sobre todo en los productos de color amarillo intenso y naranja (zanahorias, batatas o camotes), favorece el crecimiento celular e incluso puede ayudar a prevenir abortos prematuros. Además, se sospecha que el betacaroteno interviene en la regulación hormonal. Está densamente concentrado en el cuerpo lúteo, que produce la mayor parte de la progesterona necesaria para mantener el embarazo. La sandía y los espárragos aportan al organismo una gran cantidad del antioxidante glutatión, importante para la calidad de los óvulos. La col rizada es otra verdura poderosa. Contiene elementos nutritivos necesarios para el metabolismo de los estrógenos.

La piña también recibe mucha atención en la promoción de la fertilidad. La piña contiene betacaroteno y una enzima llamada bromelina, que, según los estudios, favorece ligeramente la implantación gracias a sus propiedades antiinflamatorias. Sin embargo, se desaconseja el consumo de bromelina en forma de suplemento dietético, ya que la dosis puede ser demasiado alta e impedir la concepción.

Vitaminas y minerales

Las vitaminas E y C son dos vitaminas con propiedades antioxidantes bien documentadas. El líquido que rodea el folículo del óvulo (situado en el ovario) es rico en vitamina E, por lo que forma una barrera protectora alrededor del óvulo. Se cree que la vitamina C influye en la producción de progesterona y se ha medido en cantidades significativas tras la liberación de un óvulo de su folículo durante la ovulación. Asimismo, nuevas investigaciones sugieren que una ingesta elevada de vitaminas E y C puede ser especialmente útil para disminuir la inflamación asociada al desarrollo y la progresión de la endometriosis. La endometriosis es una causa común de infertilidad y una afección médica que afecta a entre el 2 y el 10 por ciento de las mujeres estadounidenses.

El ácido fólico (vitamina B9) es otro nutriente importante durante el periodo preconcepcional y el inicio del embarazo. La ingesta adecuada de ácido fólico se ha relacionado con mejoras en la fertilidad femenina. Una investigación realizada en la Universidad de Harvard concluyó que las mujeres que consumían al menos 400 microgramos de ácido fólico al día (en forma de alimentos o suplementos) tenían un 40 % menos de probabilidades de que se les diagnosticara infertilidad ovulatoria durante un periodo de ocho años.

Cantidades suficientes de ácido fólico también son esenciales para prevenir defectos del tubo neural o anomalías graves del cerebro y la médula espinal del feto. El tubo neural del feto se desarrolla en el primer mes de embarazo, por lo que los defectos suelen aparecer antes de que la mujer se dé cuenta de que está embarazada.

Entre las buenas fuentes dietéticas de ácido fólico se incluyen:

  • Espárragos
  • Aguacates
  • Maíz
  • Cereales integrales
  • Cereales enriquecidos (Oatmeal Squares, Life, Special K, Wheat Chex, All-Bran, Mueslix, Product 19, Total)
  • Naranja
  • Toronja
  • Papaya
  • Moras
  • Verduras de hoja verde (espinacas, hojas de mostaza, hojas de nabo)
  • Brócoli
  • Calabaza de invierno
  • Coliflor
  • Coles de Bruselas
  • Lentejas
  • Alubias (pintas, negras, rojas, blancas, garbanzos)
  • Cacahuates
  • Almendras
  • Semillas de girasol

Además, se considera que varios minerales favorecen excepcionalmente la concepción. El zinc es esencial para la división celular y la producción de progesterona. Los alimentos ricos en zinc también pueden impedir que la testosterona se convierta en estrógeno. Tanto el zinc como el selenio se han correlacionado positivamente con la producción de ovocitos, y el selenio se asocia a una mayor movilidad de los espermatozoides.

Las mejores fuentes de zinc son:

  • Avena
  • Ostras
  • Carnes magras
  • Aves de corral
  • Espárragos
  • Frijoles
  • Lentejas
  • Frutos de cáscara (cacahuates, anacardos, pacanas)
  • Semillas (girasol y calabaza)

*Las nueces de Brasil y la mayoría de los tipos de pescado contienen abundante selenio.

Grasas

Las grasas insaturadas cardiosaludables, concretamente las que se obtienen del marisco y las plantas, son otras partes importantes de una dieta para la fertilidad. Todo el pescado está repleto de proteínas y hierro, nutrientes que contribuyen al crecimiento del feto y a los cambios físicos que experimenta el cuerpo de la mujer durante el embarazo.

Los pescados grasos, en particular, son ricos en ácidos grasos omega-3. Los ácidos grasos omega-3 reducen la inflamación, protegen la integridad de los óvulos y los espermatozoides y mejoran la fertilidad. El cuerpo es incapaz de fabricar ácidos grasos omega-3 por sí mismo, por lo que estos ácidos grasos esenciales deben adquirirse de fuentes dietéticas.

El salmón, las sardinas, el arenque, la trucha, la caballa, las anchoas, las ostras y los mejillones están clasificados como pescados ricos en ácidos grasos omega-3. Se recomienda consumir aproximadamente de 8 a 12 onzas de pescado graso a la semana (de dos a tres raciones) antes y durante el embarazo. La mayoría de los pescados grasos son bajos en mercurio y no suponen un mayor riesgo de toxicidad para el feto.

Además, los frutos secos, las semillas, los aguacates, el aceite de oliva y el aceite de canola contienen grasas monoinsaturadas. Las propiedades antiinflamatorias de las grasas monoinsaturadas pueden mejorar la fertilidad y favorecer una ovulación regular.

Investigadores de la Harvard School of Public Health observaron que las mujeres que consumían la mayor cantidad de grasas monoinsaturadas de origen vegetal (concretamente en forma de aguacates) durante el ciclo de FIV tenían 3,4 veces más probabilidades de concebir un hijo.

Sin embargo, no todas las grasas alimentarias son beneficiosas para la fertilidad. Se recomienda encarecidamente evitar totalmente las grasas trans, no solo para aumentar la fertilidad, sino también para reducir el riesgo de enfermedades crónicas.

Las grasas trans son grasas artificiales que se encuentran principalmente en alimentos de larga duración y muy procesados (alimentos comerciales horneados y snacks, margarina en barra, alimentos elaborados con aceites parcialmente hidrogenados, algunos productos de origen animal). El consumo de grasas trans puede desencadenar resistencia a la insulina, una condición de altos niveles de insulina en la sangre. Los niveles elevados de insulina provocan numerosas alteraciones metabólicas que pueden afectar negativamente a la ovulación.

Carbohidratos

Los hidratos de carbono simples y los cereales refinados (pan blanco, arroz blanco, pasta, galletas y papas fritas procesadas, avena instantánea, puré de papa en caja, productos horneados, cereales azucarados, caramelos, bebidas azucaradas) también contribuyen al desarrollo de la resistencia a la insulina.

Estos alimentos se digieren muy rápidamente, lo que estimula al páncreas a producir en exceso la hormona insulina. Como ya se ha mencionado, los niveles elevados de insulina pueden inhibir la ovulación. Las tasas de infertilidad ovulatoria son notablemente elevadas en las personas que toman habitualmente bebidas azucaradas (zumos de frutas, refrescos, bebidas energéticas, café azucarado y tés).

Estos efectos negativos son más pronunciados en las mujeres con síndrome de ovario poliquístico (SOP). El SOP es la causa más extendida de infertilidad femenina en los países desarrollados. Se calcula que afecta a una de cada 10 mujeres en edad reproductiva.

Los carbohidratos complejos se digieren con relativa lentitud y tienen un efecto más gradual sobre el azúcar en sangre y la liberación de insulina. Entre los carbohidratos complejos se incluyen:

  • Cereales integrales como el arroz integral y salvaje
  • Pasta integral, productos de pan integral (panecillos, bagels, muffins ingleses, pitas, bollos, tortillas)
  • Papas fritas y galletas integrales
  • Palomitas de maíz
  • Cereales integrales
  • Copos de avena
  • Quinoa
  • Bulgur
  • Amaranto
  • Mijo
  • Cebada
  • Polenta

Estos alimentos proporcionan al organismo un suministro constante y prolongado de energía. Además, los cereales integrales son una excelente fuente de vitaminas del grupo B, beneficiosas para la fertilidad, que favorecen la liberación del óvulo y la implantación uterina.

Proteína

Consumir cantidades adecuadas de proteínas de alta calidad es indiscutiblemente vital para la creación y reparación de todos los tejidos corporales, así como para la fabricación de hormonas, enzimas y células sanguíneas. Sin embargo, los estudios sugieren que un consumo excesivo de proteínas puede perjudicar la fertilidad.

Un estudio reveló que las mujeres con el mayor consumo de proteínas tenían un 41 por ciento más de probabilidades de haber luchado contra la infertilidad ovulatoria que las mujeres que comían la menor cantidad de proteínas. Los problemas ovulatorios se han identificado como la causa de infertilidad en alrededor del 20 por ciento de las mujeres que buscan ayuda para quedarse embarazadas.

Los investigadores han llegado a la conclusión de que la mayoría de estos casos pueden prevenirse ajustando la dieta y el estilo de vida. Un estudio de la Harvard School of Public Health también registró que la infertilidad era un 39 % más probable en mujeres con un elevado consumo de proteínas animales. En cambio, las mujeres que consumían principalmente proteínas de origen vegetal tenían muchas menos probabilidades de que se les diagnosticara infertilidad ovulatoria.

Se cree que evitar las carnes procesadas protege especialmente contra las disfunciones ovulatorias. Los resultados de este estudio dedujeron que el riesgo de trastornos ovulatorios se reducía a la mitad cuando el 5 por ciento de la ingesta calórica total de una mujer estaba compuesta por proteínas de origen vegetal. Por lo tanto, un mayor consumo de fuentes proteínicas de origen vegetal (alubias, lentejas, frutos secos, semillas y tofu) puede amplificar la fertilidad.

Si opta por consumir proteínas animales, asegúrese de que todas las carnes y aves de corral sean alimentadas con pasto y criadas en libertad, y que no hayan sido tratadas con antibióticos ni hormonas. La carne de vacuno alimentada con cereales contiene más grasas saturadas que la alimentada con pasto, lo que provoca más inflamación en el organismo. Los antibióticos y las hormonas sintéticas también pueden alterar la fertilidad.

También hay que tener en cuenta que algunos profesionales de la salud creen que los huevos son una excepción a la ideología actual respecto a las proteínas animales en una dieta previa a la concepción. Esta discrepancia está relacionada con el contenido de colesterol de los huevos: todas las hormonas esteroideas del cuerpo (cortisol, DHEA, testosterona, estrógeno y progesterona) se construyen a partir del colesterol de la dieta. En la ausencia de “bloques de construcción” adecuados, el organismo no puede crear ni mantener concentraciones ideales de hormonas reproductivas. Los huevos son una excelente fuente de colina, un nutriente que ayuda a prevenir los defectos congénitos. También contribuye al desarrollo de la función cerebral infantil.

Soya

La bibliografía actual relacionada con la fertilidad recomienda reducir al mínimo el consumo de alimentos de soya altamente procesados. Se trata de alimentos que contienen grandes cantidades de aislado de proteína de soya (la forma de soya que suele encontrarse en las proteínas en polvo y las barritas energéticas). Algunas investigaciones indican que los productos concentrados a base de soya pueden tener propiedades que imitan a los estrógenos. Así, podrían unirse a los receptores de estrógenos y modificar el equilibrio hormonal. Por el contrario, no se han observado riesgos para la fertilidad con el consumo moderado de alimentos enteros de soya sin procesar (edamame, tempeh) y soya fermentada (miso, natto).

Lácteos enteros

Cada vez hay más estudios que indican que comer o beber diariamente cantidades moderadas de productos lácteos enteros puede favorecer la fertilidad femenina. Varios estudios científicos importantes han descubierto que las mujeres que consumían lácteos ricos en grasa tenían un 27 % menos de probabilidades de ser infértiles.

Comparativamente, se sospecha que el consumo regular de productos lácteos bajos en grasa aumenta el riesgo de infertilidad ovulatoria. Los investigadores han determinado que las mujeres que consumían dos o más raciones de lácteos bajos en grasa al día tenían un 85 % más de riesgo de infertilidad en comparación con las mujeres que comían menos de una ración de lácteos bajos en grasa a la semana.

Por lo tanto, las mujeres que esperan quedarse embarazadas pueden beneficiarse del consumo de una o dos raciones de lácteos enteros al día. Esto podría conseguirse comiendo yogur griego sin grasa, mezclando fruta con requesón al 4 %, añadiendo una rebanada de queso a un sándwich o mezclando leche entera (en lugar de sin grasa) con el té. Curiosamente, estos prometedores resultados no parecen ser aplicables a los hombres. El consumo excesivo de lácteos se ha relacionado con una menor movilidad y concentración de espermatozoides en los hombres.

Fluidos

Se reconoce que una hidratación adecuada es tan importante como una alimentación rica en nutrientes para optimizar la fertilidad. El agua desempeña un papel fundamental en el transporte de hormonas, el desarrollo de los folículos y la fluidificación de los fluidos biológicos. Por el contrario, la cafeína y el alcohol actúan como diuréticos y pueden ser deshidratantes. El consumo de estas sustancias puede impedir que las membranas mucosas se mantengan húmedas, afectando en consecuencia a la consistencia del moco cervical y del fluido eyaculado.

La investigación científica también ha establecido una conexión entre un alto consumo de cafeína (especialmente café) y una mayor probabilidad de aborto espontáneo. La cafeína puede atravesar la placenta, por lo que el consumo de cafeína procedente del café, los refrescos, las bebidas energéticas y los tés debe limitarse a menos de 200 miligramos al día (el equivalente a 10 onzas de café normal) si está embarazada o espera quedarse embarazada. También se cree que el alcohol altera el equilibrio hormonal y puede dañar la motilidad de los espermatozoides. Para maximizar la fertilidad, se recomienda que tanto hombres como mujeres restrinjan el consumo de alcohol a no más de dos o tres equivalentes de bebidas alcohólicas espaciadas a lo largo de una semana.

Peso

Mantener un peso saludable debe ser una prioridad para ambos miembros de la pareja, tanto si esperan concebir de forma natural como si optan por someterse a tratamientos de fertilidad. Si una persona tiene sobrepeso, el exceso de energía se almacena en el tejido adiposo (grasa), lo que provoca déficits en el conjunto de combustibles oxidables disponibles para el sistema reproductor. Esto dificulta la reproducción al afectar negativamente a la secreción de hormonas sexuales y a la función general de los mensajeros químicos del sistema reproductor. El exceso de peso corporal también se correlaciona con una mayor incidencia de resistencia a la insulina, lo que puede alterar aún más los patrones de ovulación.

Existen pruebas de que el índice de masa corporal (IMC) de un hombre influye mucho en la cantidad y la calidad de los espermatozoides. Del mismo modo, el exceso o la escasez de grasa corporal pueden hacer que el ciclo menstrual de una mujer sea irregular, provocando que no ovule o lo haga de forma irregular.

Los ovarios y las células adiposas también regulan la producción de estrógenos, que afectan a la ovulación. Si una mujer tiene sobrepeso o es obesa, puede estar produciendo demasiados estrógenos. Si una mujer está demasiado delgada, es posible que no produzca suficiente estrógeno. Las mujeres con bajo peso también corren un mayor riesgo de parto prematuro y tienen más probabilidades de tener un bebé con bajo peso al nacer.

Alergias e intolerancias alimentarias

Si alguno de los miembros de la pareja tiene alergias, intolerancias o sensibilidad a algún alimento, debe evitarlos durante el proceso de concepción. La ingesta de alimentos perjudiciales provocará una respuesta inmunitaria y/o inflamatoria que puede dificultar la fertilidad.

Si está intentando concebir, hable con su médico sobre las opciones dietéticas más adecuadas para usted.

Acerca de UPMC Magee-Womens Hospital

For more than a century, UPMC Magee-Womens Hospital has provided high-quality medical care to women at all stages of life. UPMC Magee is long renowned for its services to women and babies, but also offers a wide range of care to men as well. Nearly 10,000 babies are born each year at Magee, and the hospital’s NICU is one of the largest in the country. The U.S. Department of Health and Human Services recognizes Magee as a National Center of Excellence in Women’s Health, and the Magee-Womens Research Institute is the largest research institute in the U.S. devoted exclusively to women’s health and reproductive biology.